Las várices afectan mayoritariamente al sexo femenino.
Esto se debe a razones genéticas y hormonales.
Las
hormonas que produce el ovario relajan las fibras musculares existentes en la pared venosa, favoreciendo así la aparición
de várices.
El embarazo también contribuye para que aparezcan
várices por la presencia de un útero aumentado varias veces de tamańo que comprime las venas de la pelvis pero, fundamentalmente,
por las hormonas que produce la placenta.
Además del terreno varicoso y de la acción de las
hormonas ya citadas existen situaciones, a las que podríamos denominar externas, que eventualmente favorecen la aparición
de várices.
Las
mujeres presentan en su sangre entre otras hormonas, estrógenos y progesterona.
Ésta última y otras hormonas denominadas de forma general ''gestágenos'', tienen un efecto dilatador de los vasos sanguíneos
y son inductoras de la aparición de varices y su empeoramiento.
Se
fabrican de forma muy importante durante la gestación, motivo por el cual las varices están claramente relacionadas con los
embarazos. Estas hormonas son las mismas que protegen a la mujer de accidentes cardio y cerebro-vasculares, como infartos
de corazón o isquemia cerebral.
Los estrógenos sabemos que ayudan a generar más edemas y el edema empeora la circulación
complicando el retorno venoso.
El uso
de anticonceptivos que tiene que ver con el empeoramiento de várices preexistentes, o los embarazos.
Todas las situaciones de aumento de estrógenos, disturbios hormonales,
toma de anticonceptivos, predisponen a la aparición de várices.